K1600: SIEMPRE HAY MOTIVO LEGITIMO DE QUEJA
Publicado: 03 Sep 2012, 21:56
K1600: “Siempre hay motivo legítimo de queja”
El primer día del viaje de rodaje que le hicimos a la K1600 fue relativamente intenso: unos 450 kms., carreteras secundarias, subidas y bajadas, curvas, asfalto irregular, rachas de viento…; en fin, un placer para moteros curtidos como somos los del Touring.
Aparte mi admiración -que iba creciendo kilómetro a kilómetro, ya os lo he contado-, estaba expectante por saber qué diría Martha de la moto. Y es que, como sabe todo buen motero, si quieres disfrutarla en paz es muy importante que a tu acompañante le guste también la ídem. Incluso así -también es sabido-, la factura por las molestias que el viaje provoca en la compañía será, antes o después, presentada al cobro y –por la cuenta que te trae- deberá ser convenientemente satisfecha.
Ese es el sentido real del balance de “daños” que por definición todo viaje causa en la anatomía femenina:
-“traigo los riñones molidos… con tanto salto”;
-“¡ni me siento la espalda!… de tanto frenazo y acelerón”;
-“¡tócame el cuello y los hombros!, ¡ves!: como una tabla… de pelear con el viento”;
-“¡desde luego!, yo no sé por qué tienen que poner las estriberas tan altas (o tan bajas; o tan adelante; o tan atrás)… ¡traigo las rodillas descoyuntadas!”;
-“no ves esta muñeca –o la mano, o el brazo, o ambos- un poco hinchada… ¡es que hay que ver la fuerza que tengo que hacer para mantenerme en la moto”;
--y, naturalmente, el permanente, obligatorio e inexorable: “tengo las ‘nalguitas’ destrozadas” (delicada versión mexicana del: “¡tengo el culo como un mandril!”, que ha sido la única queja que por mi parte me he permitido formular(me) –íntima y calladamente- al final de cada viaje).
Y todo ello con el colofón que, antes o después -tan inapelable como la subida del IVA-, acabará apareciendo: “y todo esto, ni me lo valoras ni me lo tienes en cuenta” (¡la factura!). (Ante lo que yo siempre he pensado; “¡en una japonesa te tenías que ver!; ¡eso sí que es amor al piloto!)
Al bajarnos de la moto, pues, esperaba con verdadera ansiedad conocer el balance de “daños” causado por la 1600 y, en función de “la” o “las” penalidades que hubiera provocado, vaticinar lo que me depararía el futuro.
-“Bueno, y ¿qué tal?, ¿qué te parece?”, pregunté cauteloso.
Martha, me miró unos segundos, pensativa, seguramente repasando mentalmente el catálogo de posibles agravios:
-“Pues, la verdad, ¡qué quieres que te diga!:... que ya va siendo hora de que cambies la música del Ipod, que la tenemos muy oída!” Y, concluyó: “además, ahora no hace falta que la pongas tan alta, que me voy a quedar sorda.”
Lo cual confirma, queridos compañeros, que –como es sabido- la perfección no es de este mundo, y que siempre hay, en todo, incluso en esta K1600, aparentemente tan completa, carencias y motivos legítimos de queja.
Juanjo-CO
(… y con esto termino mis apariciones por el foro, y volveré de nuevo a la cola del pelotón, ¡palabra! -además de que ya se han acabado las vacaciones-; pero me parecía justo -y necesario- recoger también las quejas de Martha).
El primer día del viaje de rodaje que le hicimos a la K1600 fue relativamente intenso: unos 450 kms., carreteras secundarias, subidas y bajadas, curvas, asfalto irregular, rachas de viento…; en fin, un placer para moteros curtidos como somos los del Touring.
Aparte mi admiración -que iba creciendo kilómetro a kilómetro, ya os lo he contado-, estaba expectante por saber qué diría Martha de la moto. Y es que, como sabe todo buen motero, si quieres disfrutarla en paz es muy importante que a tu acompañante le guste también la ídem. Incluso así -también es sabido-, la factura por las molestias que el viaje provoca en la compañía será, antes o después, presentada al cobro y –por la cuenta que te trae- deberá ser convenientemente satisfecha.
Ese es el sentido real del balance de “daños” que por definición todo viaje causa en la anatomía femenina:
-“traigo los riñones molidos… con tanto salto”;
-“¡ni me siento la espalda!… de tanto frenazo y acelerón”;
-“¡tócame el cuello y los hombros!, ¡ves!: como una tabla… de pelear con el viento”;
-“¡desde luego!, yo no sé por qué tienen que poner las estriberas tan altas (o tan bajas; o tan adelante; o tan atrás)… ¡traigo las rodillas descoyuntadas!”;
-“no ves esta muñeca –o la mano, o el brazo, o ambos- un poco hinchada… ¡es que hay que ver la fuerza que tengo que hacer para mantenerme en la moto”;
--y, naturalmente, el permanente, obligatorio e inexorable: “tengo las ‘nalguitas’ destrozadas” (delicada versión mexicana del: “¡tengo el culo como un mandril!”, que ha sido la única queja que por mi parte me he permitido formular(me) –íntima y calladamente- al final de cada viaje).
Y todo ello con el colofón que, antes o después -tan inapelable como la subida del IVA-, acabará apareciendo: “y todo esto, ni me lo valoras ni me lo tienes en cuenta” (¡la factura!). (Ante lo que yo siempre he pensado; “¡en una japonesa te tenías que ver!; ¡eso sí que es amor al piloto!)
Al bajarnos de la moto, pues, esperaba con verdadera ansiedad conocer el balance de “daños” causado por la 1600 y, en función de “la” o “las” penalidades que hubiera provocado, vaticinar lo que me depararía el futuro.
-“Bueno, y ¿qué tal?, ¿qué te parece?”, pregunté cauteloso.
Martha, me miró unos segundos, pensativa, seguramente repasando mentalmente el catálogo de posibles agravios:
-“Pues, la verdad, ¡qué quieres que te diga!:... que ya va siendo hora de que cambies la música del Ipod, que la tenemos muy oída!” Y, concluyó: “además, ahora no hace falta que la pongas tan alta, que me voy a quedar sorda.”
Lo cual confirma, queridos compañeros, que –como es sabido- la perfección no es de este mundo, y que siempre hay, en todo, incluso en esta K1600, aparentemente tan completa, carencias y motivos legítimos de queja.
Juanjo-CO
(… y con esto termino mis apariciones por el foro, y volveré de nuevo a la cola del pelotón, ¡palabra! -además de que ya se han acabado las vacaciones-; pero me parecía justo -y necesario- recoger también las quejas de Martha).